
Por más incongruente que le pueda parecer a quien
no ande al tanto de la importancia de las alcobas,
seas éstas sacramentadas, laicas o irregulares, en el
buen funcionamiento de las administraciones públicas,
el primer paso del extraordinario viaje de un elefante
a austria que nos proponemos narrar fue dado en los
reales aposentos de la corte portuguesa, más o menos
a la hora de irse a la cama. Quede ya registrado que
no es obra de la simple casualidad que hayan sido
aquí utilizadas estas imprecisas palabras, más o menos.
De este modo, quedamos dispensados, con manifiesta
elegancia, de entrar en pormenores de orden físico y
fisiológio algo sórdidos, y casi siempre ridículos, que,
puestos tal que así sobre el papel, ofenderían el catoli-
cismo estricto de don juan, el tercero, rey de portugal
y de los algarbes, y de doña catalina de austria, su espo-
sa y futura abuela de aquel don sebastián que irá a
pelear a alcácer-quivir y allí morirá en el primer envi-
te, o en el segundo, aunque no falta quien afirme que
feneció por enfermedad en la víspera de la batalla.
El viaje del elefante
José Saramago
280 Páginas
Primera Edición, 2008
Alfaguara
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