martes, 16 de octubre de 2012

La noche es virgen



I
a mariano lo vi por primera vez en el cielo. era un 
jueves en la noche. yo estaba con jimmy. me encantaba
salir con él. era tan guapo, tan dulce. solíamos fumar
harta marihuana juntos. fumábamos dando vueltas en
su carro por miraflores y san isidro. jimmy tenía un
VM blanco con un pique maldito. siempre ponía músi-
ca excelente: sting, peter gabriel, winwood, paul si-
mon. era riquísimo escuchar esa música a todo volu-
men, mirar el perfil risueño de jimmy, ver pasar las
calles de lima. volábamos. nos escapábamos un rato
de la mierda de lima.

Gabriel Barrios es una estrella de la televisión, famoso gracias a su programa de entrevistas. Sin embargo, no es un hombre feliz por varias razones: primero, porque no ha reconocido públicamente su homosexualidad, y esto a pesar de que muchísimas personas ya intuyen que dentro de él habita una “loca brava”; segundo, porque Lima con tanto brownie, moda de imitación y gente que lo señala, le fastidia y; tercero, porque no tiene a su lado una pareja estable, sino simples relaciones ocasionales.

Así pues, la vida de Gabriel transcurre en medio del inconformismo y la búsqueda de placer. Sólo un par de cosas despiertan su ánimo: el sexo y las drogas. En efecto, Gabriel fuma marihuana desde hace mucho tiempo y también consume coca, aunque no con la misma frecuencia; es su fórmula para olvidarse de la rutina del trabajo, y profundizar el goce de sus relaciones con hombres o mujeres –ya que, si bien es homosexual, no desaprovecha la oportunidad, cada que la tiene, para disfrutar de un buen momento al lado de una chica “potoncita” y caliente-.

Un jueves cualquiera, después del programa, Gabriel va junto a su amigo Jimmy al Cielo, el bar en donde se dan cita los pitucos de Lima, y a donde él suele ir también cada que tiene tiempo. Esa noche toca la banda de Mariano, un joven roquero que lo atrae por su aspecto de “flaco/fumón/farandulero” y, como le suele suceder en estos casos, máxime cuando hay correspondencia, Gabriel empieza a imaginarse en la cama con Mariano, experimentando toda clase de fugas carnales y lascivas.

Nuestro personaje quedará prendado de Mariano: irá a su casa al día siguiente y conocerá a su madre y hermana, quienes se mostrarán sorprendidas de que alguien tan famoso las visite; pero mientras Nathalie –la hermana- intima rápidamente con Gabriel, puesto que es una “chiquilla chupapinga y fumonaza”, la madre de Mariano revela su inconformismo percatándose de que el presentador es igual de coquero que su hijo.

De este modo, los encuentros de la pareja serán siempre fortuitos; unas veces en la calle o en un bar, otras en el departamento que recién ha comprado Gabriel con los dolaruchos del programa. El sexo se convierte en su principal vínculo, su punto de contacto. Sostendrán una relación complicada porque Mariano es un adicto tremendo a la cocaína y vive muy metido en los asuntos de su banda, mientras que Gabriel desea encontrar algo de estabilidad para olvidarse del hastío que le produce la gente y la vida en su ciudad.

Habrá tiempo para todo: para hablar de la rigidez en el hogar de Gabrielito; de tronchos, líneas blancas y ojos inflamados; de sueños eróticos con jóvenes musculosos; del bar Haití o la calle de las pizzas, en donde todo transcurre con su cotidiano hastío y; en fin, de lo que significa fingir frente a una cámara de televisión que se es normal, cuando lo único que en realidad uno desea es salir corriendo para encontrarse con alguien con quien pasar la noche, en una cama bien calientita, y pujar, suspirar y demorarse.

Mientras espera una nueva cita con Mariano, Gabriel nos va llevando por una Lima drogadicta, aburrida y sexual. Se detendrá un momento para manifestar su odio a los negros y los cholos, a la gente que compra su ropa en las “putiques” de Larco y no en Miami, como él; para criticar a todos esos que murmuran a su paso: “¡ahí va ese putazo de mierda”, sin poder darles la razón, aun cuando él mismo se siente una “superjulieta”, “un gay bien rosquete”.

En fin, esperando a que Gabriel se reencuentre con Mariano se nos pasa la novela, pero no las sorpresas, porque saldremos a comprar un poco de polvazo en el viejo volvo familiar; pagaremos al novio de Nathalie para que se la “coma” delante nuestro; tomaremos más coca-colita y seguiremos deseando viajar pronto a Miami. Pero cuando, después de todo, reaparezca Mariano, no lo hará solo, sino con su novia, y entonces veremos a Gabriel destrozado, porque la chica “le va quitar al hombre que da sentido a su vida”. Un taxi al malecón, mientras se piensa “no puedo seguir siendo gay y coquero en Lima, me estoy matando”... y, en últimas, esperar a ver qué pasa.

La noche es virgen
Jaime Bayly
190 páginas
Primera Edición, Diciembre 1997
Anagrama

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