
Alberto Fuguet, una vez más, me sorprende con este libro. Beltrán Soler, un sismólogo chileno que vivió su niñez en Estados Unidos está próximo a viajar a Tokio para dictar clases previa escala en Los Ángeles, California, lugar donde pierde la conexión y comienza a revivir su historia personal y familiar recordando las películas que vió en su niñez y juventud, aquellas de los años sesenta y setenta.
Cada pasaje importante de su vida, que se mueve entre Los Ángeles y Santiago, está relacionado con una película, las cuales casi siempre las vió acompañado por un familiar directo y/o amigos.
Tal como lo hiciera en Mala Onda, Fuguet cuenta la historia desde la mirada de un niño que va camino a convertirse en adolescente, tal como lo hizo a través de Matías Vicuña. Acá es Beltrán Soler quien no cuenta a través de su mirada los sin sabores de una familia con distintas visiones del mundo, de un padre y una madre que al poco tiempo de casados se dan cuenta que no están hechos para toda la vida. Así Beltrán Soler no cuenta como vive la separación de sus padres, la relación con sus abuelos maternos y paternos, el posterior alejamiento de su familia, la soledad.
Es emocionante leer como Beltrán Soler y Matías Vicuña en esta novela se conocen, cada uno con su particular historia, siempre relacionado a través de una mujer.