El sueño de la historia
Había vuelto después de más de nueve años, alrededor de diez, ahora no quería sacar la cuenta, y la impresión, aun- que se había preparado bien (eso creía, por lo menos), era mucho más fuerte de lo que se había imaginado, más difícil de tragar. Y más enredada. Cuando el avión empezó a cru- zar la cordillera tapada de nieve, con aristas filudas, dientes y espolones, crestas de polvillo blanco, se quedó mudo, y después, cuando bajaba sobre le territorio montañoso y él veía las primeras vacas, los pastizales desteñidos, los cober- tizos, los zanjones y las pozas del invierno, un camión des- tartalado, en miniatura, en medio de un vapor general, de una neblina vaga, sintió perplejidad, desazón, hasta una sensación de miedo. Era malo, se dijo, comenzar con miedo, y desde antes de tocar tierra, pero no había manera de evi- tarlo. Unos minutos más tarde, mientras el aparato carre- teaba por la losa del aeropuerto, cerca de galpones míseros, divisó caras torvas, mestizas, con los cascos hundidos en la frente, con las metralletas preparadas,y notó el silencio de los demás pasajeros, el de una pareja de ingleses, el de un funcionario de alguna parte, el de una familia española. Hasta los niños, asustados, habían dejado de hablar y de dar gritos y miraban con fijeza. Los soldados estaban desplega- dos por todas partes, alrededor de aviones anticuados, pan- zudos, con la pintura sucia, de containers olvidados en el suelo, en las gradas que conducían al recinto de la policía. Él entrego su pasaporte con un temblor enteramente ab- surdo, como si sus papeles fueran falsificados, el funcio- nario anotó varias cosas en el teclado de un computador. El artefacto, pesado y lento, apelaba, parecía, a una base de da- tos remota..
El sueño de la historia
Jorge Edwards
412 Páginas
1era Edición, Abril 2000
TusQuets
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