domingo, 26 de diciembre de 2010

Ensayo sobre la ceguera


Se iluminó el disco amarillo. De los coches
que se acercaban, dos aceleraron antes de que se
encendiera a señal roja. En el indicador del paso
de peatones apareció la silueta del hombre verde.
La gente empezó a cruzar la calle pisando las
franjas blancas pintadas en la capa negra del as-
falto, nada hay que se parezca menos a la cebra,
pero así llaman a este paso. Los conductores, im-
pacientes, con el pie en el pedal del embrague,
mantenían los coches en tensión, avanzando, re-
trocediendo, como caballos nerviosos que vieran
la fusta alzada en el aire. Habían terminado ya de
pasar los peatones, pero la luz verde que daba
paso libre a los automóviles tardó aún unos se-
gundos en alumbrarse. Hay quien sostiene que
esta tardanza, aparentemente insignificante, mul-
tiplicada por los miles de semáforos existentes en
la ciudad y por los cambios sucesivos de los tres
colores de cada uno, es una de las causas de los
atascos de circulación, o embotellamiento, si
queremos utilizar la expresión común.

Ensayo sobre la ceguera
José Saramago
448 Páginas
Primera Edición, 1995.
Punto de Lectura

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