
UNO
NO LE TEMAS a la muerte, mi amor. Yo te cuidaré.
Tú no sabes lo que es eso. Ni lo sabrás. Es
sólo un cansancio mayor.
Estaré contigo, cuando ocurra, no como con
los otros, que los abandoné. No quise verlos
morir. Sí, fue cobardía.
Soy una mujer cobarde.
DOS
DESPUÉS DE TANTOS años empezó a distanciarse.
No se me ocurrió inmediatamente que estuvie-
ra enamorada de otro. Nuestra vida juntos ha-
bía sido amable. Y habíamos jurado no mentir.
nos, ser muy civilizados en caso de que uno se
cansara del otro, que si el amor no dura es
porque es lo natural, que el engaño era lo peor
desde cualquier punto de vista. No era cinismo
ni libertinaje, todo lo contrario. El resto de las
mujeres me parecía de plástico, aunque, en
ciertos momentos, claro, uno no es de piedra ni
de corcho, es de carne latiente, hay pensamien-
tos inevitables: ¿cómo será ésta en la cama? ¡Qué
ganas de apretarles las pechugas! No estaría mal
un ajuste de cuentas con esta tonta...
La señorita Kitty
Alejandro Sieveking
170 Páginas
Primera Edición, Setiembre 1994
Planeta Biblioteca del Sur
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