Elena Poniatowska
Ilustradora Fernanda Piderit
Primera Edición Mayo 2020
Recrea Libros
"Lilus Kikus... Lilus Kikus... ¡Lilus Kikus, te estoy hablando!".
Pero Lilus Kikus, sentada en la banca de la calle, está
demasiado absorta operando a una mosca como para oír
los gritos de su mamá. Lilus nunca juega en su dormitorio,
ese cuarto que el orden ha echado a perder. Mejor juega en
la esquina de la calle, debajo de un árbol chiquito, plantado
en la orilla de la vereda. De allí ve pasar a los autos y a las
gentes que caminan muy apuradas, con cara de que van a
salvar el mundo...
Lilus crees en las brujas y se cose en los calzones un ramito
de hierbas finas, romerito y pastitos; un pelo de Napoleón,
de los que venden en la escuela por diez pesos. Y su diente,
el primero que se le cayó. Todo esto lo mete en una bolsita
que le queda sobre el ombligo. Las niñas se preguntarán
después en la escuela cuál es la causa de esa pretuberancia.
En una cajita, Lilus guarda también la cinta negra de un
muerto, dos pedacitos grises y duros de uñas de pie de su
papá, un trébol de tres hojas y el polvo recogido a los pies
de un Cristo en la iglesia de Nuestra Señora de la Piedad.
Desde que fue al campo de un tío suyo, Lilus encontró
sus propios juguetes. Allá tenía un nido y se pasaba horas
enteras mirándolo fijamente, observando los huevitos y las
briznas de que estaba hecho. Seguía paso a paso, y con
gran interés, todas las ocupaciones del pajarito...
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