
Huelga decir que no podemos culpar a un boxeador tur-
co, campeón de los pesos pesados, de no advertir,
mientras pasea tranquilamente por una calle de Hamburgo
con su madre del brazo, que le sigue los pasos un muchacho
flaco envuelto en un abrigo negro.
El Gran Melik, como lo llamaban con admiración en su
barrio, era un gigante de hombre, greñudo, desaliñado y cam-
pechano, con una sonrisa espontánea y amplia, el pelo negro
recogido en una coleta y unos andares cimbreantes y desen-
vueltos que, incluso sin su madre, abarcaban media acera. A los
veinte años, era una celebridad en su pequeño mundo, y no solo
por sus proezas en el cuadrilátero: representante juvenil electo
de su club deportivo islámico, finalista tres años consecutivos
en los cien metros mariposa del Campeonato del Norte de Ale-
mania, y por si fuera poco, portero titular de su equipo de fút-
bol de los sábados.
El hombre más buscado
John Le Carré
398 Páginas
Primera Edición, Febrero 2009
Plaza Janés
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