jueves, 14 de abril de 2011

El museo de cera


La verdad es que el Marqués de Villa Rica fue un enigma
siempre, antes y después de la crisis, y sigue siéndolo
ahora, después de su desaparición, o de lo que podríamos
llamar, en términos más apropiados, su metamorfosis últi-
ma. Porque el Marqués, con sus títulos, con su mansión,
principesca, con sus fabulosos colecciones y sus coches
de cuatro caballos, e incluso con su prestancia física y su
educación europea, sus erres de entonación ligeramente
exótica, sus bromas llenas de alusiones oscuras, desento-
naba en nuestro pequeño mundo. Por eso, quizás, sólo
fuimos capaces de verlo en su condición de leyenda
viviente. Y de pronto asistimos, estupefactos, a su despla-
zamiento, provocado por el incidente del pianista, y más
tarde a su desintegración, a su transformación en astillas,
en humo, devorado por una mediocridad que necesitaba
restablecer el orden natural de las cosas.

El museo de cera
Jorge Edwards
132 Páginas
Primera Edición, Junio 1992
Editorial Andrés Bello

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