lunes, 30 de mayo de 2011

El hombre golondrina


HOY, MUY TEMPRANO, al asomarme a la ventana, descubrí
que frente a mi edificio, más allá de la línea del tren, ya-
cía un cangurú muerto. Ahora está oscureciendo, se aca-
ba este domingo de otoño con olor a levadura, y el ani-
mal continúa en el mismo lugar, de costado, gris como
un barco de guerra. Yace sobre la tierra húmeda que se
extiende entre el césped y la muralla de la fábrica. Yace
solitario, ignorado, y pareciera esperar la caída de la no-
che sobre su piel...

I DEUTSCHLAND
El cangurú de Bernau
Alquiler en Hamburgo
El zapato rojo
Una apacible taberna junto al Rin
Un viaje a Muhlberg
La muchacha del medallón

II ATACAMA
El hombre que volvió un sábado
El tren
El regalo
Atardecer en la pampa
El otro soldado
Las dos estatuas
El hombre golondrina

III MANU MILITARI
La circular
La cárcel
El tirano arquitecto
Recado
Los caminos
La modista
Pedro el Atacameño

IV LA CIUDAD
Las máscaras
El zorro
Costumbres familiares
El abuelo
Asalto frustrado
El adivino de la Piazza Navona
El Club de la calle Poniente

El hombre golondrina
Roberto Ampuero
186 Páginas
Primera Edición, Octubre 1997
Seix Barral

Boleros en La Habana


¿A QUIÉN DIABLOS LE habrá dado por estorbar a esta hora en un
día de lluvia? - se preguntó tras el timbrazo en la estrecha coci-
na de puntal alto, donde leía el diario de la mañana mientras
disfrutaba su acostumbrada tacita de café dulce y cargado.
Sobre el escurridero se apilaban pailas y cacerolas pringosas
y, en el mesón, entre una abollada cafeterita de aluminio y un
paquete de azúcar, esperando desde hacía días por la plancha,
camisas de rayón, un pantalón de poliester, varias calcetas zur-
cidas y dos calzoncillos de pierna larga.
Con el primer Lucky Strike de la jornada pendiendo de una
comisura y los ojos sumergidos en las profundidades de sus
dioptrías, se irguió, extrañado de que lo importunaran tempra-
no en un día tan frío. Redujo el volumen de la radio, por la que
una voz solemne elogiaba los precios que ofrecía un cementerio
para la incineración de afiliados, y se arrimó a la ventana a
espiar entre los visillos...

Boleros en La Habana
Roberto Ampuero
234 Páginas
Primera Edición, Enero 1997
Planeta

miércoles, 18 de mayo de 2011

El Loco Estero


Aquel día, bien que no era fiesta, los dos chicuelos vestían el traje de
los domingos. Sentados a la mesa con estudiada compostura, sin hacer
gran caso de la conversación de las personas grandes, que ocupaban la
testera, sus miradas se dirigían furtivas a las golosinas y a las frutas
distribuidas en cestas y azafates sobre el mantel, con aire de extraordina-
rio gaudeamus. Pero, a pesar de la ansiosa distracción en que aquel es-
pectáculo los mantenía, ni uno ni otro dejaba de sentir sobre ellos, co-
mo se siente el fuego de un rayo de sol sobre el rostro, el reflejo autorita-
rio de los ojos paternos, que los requería a estar atentos a lo que habla-
ban sus mayores.
Más osado que el primogénito, el menor de los chicos extendió con di-
simulo una mano hacia un canastillo de fresas, primicia de la estación,
que, entrelazadas con flores, lo fascinaban con su rosada frescura.
-Javier, no toques las frutillas, hijito -le ordenó, desde la opuesta
extremidad, la voz de la madre, con dulzura.
-Si vuelves a desmandarte, no irás esta tarde a la Cañada -amena-
zó la voz del padre, con severidad.
Javier bajó la frente, fingiendo contricción, pero sus ojuelos pardos
formulaban al mismo tiempo la protesta muda de su altiva voluntad.
-Ya vez que Guillén está quieto -agregó la madre, para suavizar
la aspereza de la conminación paternal.
Con el elogio de su madre, un vivo tinte de carmín coloreó el rostro
del mayor de los niños. El, más bien que su hermano, parecía el delin-
cuente. La mirada de sus grandes ojos azules daba a su fisonomía la se-
riedad casi tímida de los precoces soñadores.
Una voz de los grandes invocó indulgencia para Javier:
-Déjalo, Marica, que tome una frutilla. Hoy es día de regocijo gene-
ral, y es preciso que todos estemos contentos.
-¿No ves mamá, lo que dice tío Miguel? -exclamó triunfante el
niño.
-Cuando lleguemos a los postres -pronunció, con sentencia defini-
tiva, el papá.
El chico no se desconsoló con ese fallo inapelable.

El loco estero
Alberto Blest Gana
240 Páginas
Primera Edición, 1909
Editorial Andrés Bello

domingo, 15 de mayo de 2011

El alemán de atacama


Las Tacas, domingo 5 de abril, 11.17 hrs.

JAMAS HAS SENTIDO miedo, honorable diputado Mariano Patiño.
Jamás.
Hasta este preciso y maldito instante.
Instante en que, con un estremecimiento sobrecogedor, te
enteras a través del diario dominical que el alemán ha muerto.
El alemán, mascullas sin creerlo, el alemán. Un titular y
cinco párrafos a una columna, fechados en San Pedro de
Atacama, anuncian su muerte, de modo lacónico y elocuente:
fue hallado, la tarde del sábado, en su propio dormitorio, con
dos tiros en el cuerpo. Alguien huye con un suculento botín en
efectivo.
La angustia te arranca un resoplido profundo y doloroso,
como si se propusiera despojarte del aliento. Te arrellanas en la
poltrona de tu penthouse en el balneario de Las Tacas y vuel-
ves a leer la noticia con la esperanza de que te hayas equivo-
cado. No. Has leído correctamente. Ahora no sólo sabes que se
trata de Willi Balsen, el alemán del oasis, sino que además
comprendes que a partir de este instante es tu propia vida la
que corre peligro.

El alemán de atacama
Roberto Ampuero
252 Páginas
Primera Edición, Octubre 1996
Planeta