viernes, 30 de noviembre de 2012

El hombre blando



Hace nueve meses me enteré por el diario que maté a mi
mujer y a mis cuatro hijos. No había duda de que el 
asesino había sido yo, pues mi fotografía aparecía junto al
hecho de sangre. Según el periodista, el motivo fue los celos
y el arma homicida, un cuchillo inoxidable marca Stessi, con
mango de madera, de fabricación danesa.

Mi primera reacción al leer el diario fue reírme. Resultaba
insólito que alguien gastara miles de pesos en mandar a 
imprimir una noticia en la crónica roja con el único objetivo
de jugarme una broma.

El hombre blando
Gregory Cohen
152 páginas
Primera Edición, 2000
Desatanudos

La resistencia


Hay días en que me levanto con una espe-
ranza demencial, momentos en los que siento
que las posibilidades de una vida más humana
están al alcance de nuestras manos. Éste de uno
de esos días.

Y, entonces, me he puesto a escribir casi a
tientas en la madrugada, con urgencia, como
quien saliera a la calle a pedir ayuda ante la ame-
naza de un incendio, o como un barco que, a
punto de desaparecer, hiciera una última y fer-
viente seña a un puerto que sabe cercano pero
ensordecido por le ruido de la ciudad y por la
cantidad de letreros que le enturbian la mirada.

Lo pequeño y lo grande
Los antiguos valores
Entre el bien y el mal
Los valores de la comunidad
La decisión y la muerte
La resistencia

La resistencia
Ernesto Sabato
152 páginas
Primera Edición, 2000
Seix Barral

El fotógrafo y otros cuentos


Cumplirá en dos meses, a mediados de junio, setenta años. Se tra-
ta del fotógrafo Camilo Necochea; el segundo chileno, después de
Sergio Larraín, con membresía en la célebre agencia Magnum.

Cuando se inició como fotógrafo había apostado con toda se-
guridad a perdedor y en esa apuesta había perdido; su padre, don
Ramiro -que había habitado, según él, ese tiempo en que los de de-
recha no eran de centro-derecha, sino de derecha y ricos; la misma
época en que, también según él, los de izquierda no eran de centro-
izquierda, sino de izquierda y pobres-, había apostado a ganador
y resultado perdedor. Sin embargo a Camilo Necochea le gustaba
afirmar que don Ramiro, quien seguramente en paz descansa, había
en realidad apostado a perdedor -era su padre- y que en esa apuesta
había resultado ganador.

El fotógrafo
El hombre sin rostro
Sagitario
Foto de curso
La pierna
El pozo
De la república de las letras
Sangre muerta
El águila de dos cabezas
Tienda de mascotas
Los bebés voladores

El fotógrafo y otros cuentos
Varios autores
124 páginas
Segunda Edición, 2009
Ediciones UDP

La región inmóvil


Se llamaban Pierre Hunter y Rebeca Lee, tenían diecisiete
años y él había ido a visitarla al hospital porque la chica
había cogido una neumonía en la carrera que había dis-
putado durante el lluvioso fin de semana.

Estaba tumbada, sujetando con sus manos pálidas y
esbeltas los barrotes de la cama, y le dijo que si la habi-
tación no estaba totalmente a oscuras no podía dormir.

La región inmóvil
Tom Drury
203 páginas
Segunda Edición, 2009
451 Editores

Y tú no me respondes



El lamentable estado espiritual que azotaba la paz
de mis nervios en esos momentos, se acentuó grave-
mente cuando me abandonó María, al parecer para
siempre, después de un calamitoso viaje al D.F. que
tuve que emprender solo como perro enfermo.

A mi antepasado Gaspar de la Encina, su esposa,
María Leonor (¡también María!), no lo abandonó, ya
que fue él mismo quien deseó enrolarse al servicio
del Emperador Carlos V para lanzar sus pasos en busca
de los regalos que pudieran ofrecer las nuevas tierras
pródigas en riquezas que pocos años antes descu-
briera Cristóbal Colón. Amores van, amores vienen.

Y tú no me respondes
Poli Délano
107 páginas
Segunda Edición, Agosto de 2010
Mondadori

El hombre estatua



Cuando faltaba una década para la fabricación de la primera
ampolleta, a solas con su madre y bajo la luz de un candil
alimentado con grasa de ballena, apareció en el planeta don
Marcelino Alonso, bisabuelo de Benito.

A los veinticinco años, convertido en un marino mercante,
Don Marcelino mató al amante de su mujer en la costa de
Villajoyosa. Se tatuó en el brazo derecho las iniciales del muerto
para no olvidarlo jamás y surcó los océanos con rumbo al fin
del mundo, buscando nacer de nuevo. Tres meses más tarde
navegaba por la pampa sin saber cómo ganarse la vida, hasta
que por fin reclinó la cabeza junto a una mujer aymará y pudo
sentirse parte de esta nueva tierra. El desierto le curtió la piel y
se le metió hasta el corazón oculto en la camanchaca...

El hombre estatua
Jaime Casas
160 páginas
Segunda Edición, 2010
LOM Ediciones