Benjamín Labatut
Primera edición abril 2020
216 páginas.
Anagrama
Azul de Prusia
La singularidad de Schwarzschild
El corazón del corazón
Cuando dejamos de entender el mundo.
Epílogo. El jardinero nocturno
Durante un examen médico realizado en los meses
previos a los juicios de Núremberg, los doctores nota-
ron que las uñas de las manos y los pies de Hermann
Göring estaban teñidas de un rojo furioso. Pensaron
-equivocadamente- que el color se debía a su adicción
a la dihidrocodeína, un analgésico del que tomaba más
de cién pastillas al día. Según William Burroughs, su
efecto era similar al de la heroína y al menos dos veces
más fuerte que el de la codeína, pero con un filo eléc-
trico parecido al de la coca, razón por la cual los médicos
norteamericanos se vieron obligados a curar a Göring
de su dependencia antes de que compareciera frente al
tribunal. No fue fácil. Cuando las fuerzas aliadas lo
capturaron, el líder nazi arrastraba una maleta que no
sólo contenía el esmalte con que Göring se pintaba las
uñas cuando se disfrazaba como Nerón, si no más de
veinte mil dosis de su droga favorita, casi todo lo que
quedaba de la producción alemana de ese fármaco a
finales de la Segunda Guerra Mundial. Su adicción no
era excepcional: prácticamente todas las tropas de la
Wehrmacht recibían metanfetaminas en tabletas como
parte de sus raciones.
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