lunes, 30 de diciembre de 2024


Un verdor terrible 
Benjamín Labatut 
Primera edición abril 2020 
216 páginas.
Anagrama 

Azul de Prusia 
La singularidad de Schwarzschild 
El corazón del corazón 
Cuando dejamos de entender el mundo. 
Epílogo. El jardinero nocturno

Durante un examen médico realizado en los meses 
previos a los juicios de Núremberg, los doctores nota-
ron que las uñas de las manos y los pies de Hermann 
Göring estaban teñidas de un rojo furioso. Pensaron 
-equivocadamente- que el color se debía a su adicción 
a la dihidrocodeína, un analgésico del que tomaba más 
de cién pastillas al día. Según William Burroughs, su 
efecto era similar al de la heroína y al menos dos veces 
más fuerte que el de la codeína, pero con un filo eléc-
trico parecido al de la coca, razón por la cual los médicos 
norteamericanos se vieron obligados a curar a Göring 
de su dependencia antes de que compareciera frente al 
tribunal. No fue fácil. Cuando las fuerzas aliadas lo 
capturaron, el líder nazi arrastraba una maleta que no 
sólo contenía el esmalte con que Göring se pintaba las 
uñas cuando se disfrazaba como Nerón, si no más de 
veinte mil dosis de su droga favorita, casi todo lo que 
quedaba de la producción alemana de ese fármaco a 
finales de la Segunda Guerra Mundial. Su adicción no 
era excepcional: prácticamente todas las tropas de la 
Wehrmacht recibían metanfetaminas en tabletas como 
parte de sus raciones.

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